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Televisión: reseñas y análisis

¿Ser o no ser un (i)Zombie?

10/11/2016

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Por Carlos Tello de Meneses
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​¿Qué es más importante? ¿El quién eres o el qué eres?
 
Parece una pregunta tramposa. El quiénes somos está irremediablemente vinculado a los qué. Hay quienes dicen que el “quién” es en realidad la suma de los “qué”, mientras que otros opinan que no sólo es esa suma, sino cómo estos elementos se unen. Esas son las contradicciones y armonías entre las diferentes facetas de nuestra identidad. Un hombre como Fred Phelps (fundador de la Iglesia Bautista de Westboro) puede ser un homófobo y fanático religioso (armonía), al mismo tiempo que un abogado de derechos civiles a favor de los afroamericanos durante el tiempo de Jim Crow (contraste).

iZombie, la serie de la cadena CW basada en el cómic de Chris Roberson y Michael Allred, y desarrollada por Rob Thomas (creador de Veronica Mars), toma como base el contraste que representa ser un muerto viviente, o como se les conoce mejor en la cultura popular: un zombi.
 
Liv Moore (Rose McIver) es una residente médica que durante una fiesta es infectada y se convierte una zombi. De la noche a la mañana (literalmente) los “qué” de Liv, cambian radicalmente. Ahora una muerta viviente, Liv es forzada a vivir en un mundo al que ya no pertenece; la comida ya no tiene sabor, no puede tener sexo y, claro, necesita comer cerebros humanos para sobrevivir. No sólo eso, si pasa demasiado tiempo sin comerlos, su personalidad desaparece y Liv se convierte en el clásico zombi de Romero: una bestia cuyo único instinto es comer.

“El quiénes somos está irremediablemente vinculado a los qué. Hay quienes dicen que el ‘quién’ es en realidad la suma de los ‘qué’, mientras que otros dicen que no sólo es esa suma sino cómo estos elementos se unen. Esas contradicciones y armonías entre las diferentes facetas de nuestra identidad”


​Sin embargo, cuando inicia la serie, Liv no es tan diferente a estos monstruos como podría pensarse. Tras ser infectada, Liv perdió todo propósito en la vida; rompió con su prometido, renunció a su empleo y sueño de ser una brillante cirujana, y tomó un trabajo en la morgue para poder conseguir cerebros sin tener que matar a nadie. Liv ha creado alrededor de ella un capullo impenetrable, ha alejado a amigos y familia, y su única preocupación verdadera es seguir comiendo cerebros y mantener su estatus de “no-muerta” en secreto.
 
Esto cambia cuando Liv come el cerebro de una prostituta asesinada y descubre que puede ayudar al detective Clive Babineaux a resolver el caso ya que, cada vez que Liv come un cerebro, éste le da memorias (en forma de visiones) y rasgos de la personalidad de la persona muerta. La determinación de Liv de ayudar en el caso se intensifica cuando una de las visiones es el momento exacto en que la víctima murió. Para Liv, estas visiones no sólo son información, son experiencias que siente como propias. Liv se convierte, en parte, en las personas cuyos cerebros consume.
 
De ahí parte la premisa argumental de la serie. Al descubrir un nuevo propósito (ayudar al detective Babineaux a resolver crímenes), Liv abre poco a poco el capullo alrededor de sí misma y se plantea comenzar su nueva vida como zombi, retomando y ajustando las relaciones con sus amigos y familia. Sin embargo, no todo es tan fácil como parece… al final del piloto, Liv descubre ella no es la única muerta viviente en la ciudad. Este descubrimiento sella también la premisa temática de la serie: un planteamiento de contrastes y armonías alrededor de la identidad. ¿Qué nos hace a nosotros, nosotros?
 
Los temas de iZombie giran alrededor de la identidad. Para poder seguir siendo “ellos mismos” los zombis tienen que consumir cerebros humanos, o se volverán los ya mencionados “zombis Romeros”; sin embargo, cada vez que comen un cerebro dejan de ser ellos mismos en cierta medida porque adoptan rasgos de esos otros individuos: personalidades, memorias, miedos. Liv aprende a sobrellevar y controlar estos elementos que incluso a veces son benéficos, le otorgan conocimientos como saber pelear o pintar un cuadro, pero a veces resultan al contrario, y la hacen desarrollar una adicción al juego o perder la empatía por otras personas. No sólo eso, cuando un zombi está en peligro entra en un estado de ira que lo convierte en una máquina de matar. Además, cada zombi puede contagiar a quien lo desee en cualquier momento. Es a partir de esto último que nace el objetivo del antagonista de la primera temporada: Blaine.
 
Blaine, antes un vendedor de droga de poca monta (a pesar de su origen privilegiado), descubre que puede convertir a otros en zombis como él y cobrarles para conseguirles cerebros. Esto lo hace matando indigentes y adolescentes en situaciones de riesgo, gente que “nadie extrañará”. Para Blaine, su transformación significó una amplificación de quién es, hace relucir su verdadero yo, así como sus verdaderas ambiciones. El antagonista es un sociópata clásico, no le importa manipular, mentir o matar para crear un imperio propio.
 
Una de sus víctimas de “zombificación” es Lowell, una estrella musical que, tras su transformación, no puede volver a subirse al escenario por temor a desatar su lado zombi. Lowell no sabe -y no le importa- dónde consigue Blaine los cerebros que le vende, es una persona cuya vida ha estado rodeada de privilegios y cuestionarse esto podría desvanecer el delicado vínculo que tiene con su propia consciencia. Sin embargo, cuando éste desarrolla una relación amorosa con Liv, estas preguntas salen a flote y Lowell es obligado a tomar partido entre no desafiar a Blaine y seguir comiendo cerebros o arriesgarse a perderlo todo.

“El tema de la identidad se intensifica en la segunda temporada cuando se introduce el concepto de una ‘cura’. Esta cura regresa al zombi a su estado humano, pero el costo son sus memorias, una destrucción total de la identidad. Si no recuerdas nada de lo que hiciste, ni a quienes amaste o quienes te amaron, a quienes odiaste, ¿eres la misma persona?”


Los zombis no son los únicos que tienen que cuestionarse su identidad. Major, el ex-prometido de Liv, es un trabajador social que se da cuenta de las desapariciones de los adolescentes que Blaine está matando y decide investigar por su cuenta cuando la policía no hace nada. Al descender a un mundo que involucra zombis, criminales y cerebros humanos, Major es tachado de loco y duda de su cordura, siendo llevado a tomar decisiones cada vez más extremas. Su lucha interna se acrecienta cuando los creadores de la epidemia zombi lo ponen entre la espada y la pared, teniendo que escoger entre su deseo de proteger a Liv, y su moralidad.
 
El tema de la identidad se intensifica en la segunda temporada cuando se introduce el concepto de una “cura”. Esta cura regresa al zombi a su estado humano, pero el costo son sus memorias, una destrucción total de la identidad. Si no recuerdas nada de lo que hiciste, ni a quienes amaste o quienes te amaron, a quienes odiaste, ¿eres la misma persona? Uno de los personajes principales toma esta cura y tiene que replantearse su identidad a partir de una tabula rasa. Sin embargo, esto sólo aplica para sí mismo ya que, para todos los demás, sus acciones no han desaparecido, y mucho menos han sido olvidadas.
 
Liv se hace muchas de estas preguntas durante la serie y es forzada a tomar decisiones que no sólo afectan su identidad propia, sino la de los demás. En más de una ocasión tiene la opción de salvar una vida convirtiendo a otra persona en zombi, pero ¿qué derecho tiene ella de hacer tal cosa? Aunque salvaría una vida en el corto plazo, estaría sometiendo a una persona a las mismas cosas que ha tenido que hacer ella desde su conversión: comer cerebros, perder la posibilidad de intimar con alguien más, volverse una bomba de tiempo capaz de matar por hambre o incluso desatar el apocalipsis zombi si convierte a la persona equivocada.
 
Ser humano nunca ha sido fácil y en iZombie, nos muestran que ser un muerto viviente es incluso peor.
 
iZombie regresa con su tercera temporada en el 2017. Las primeras dos temporadas están disponibles en formatos caseros y la primera también está en Netlfix.
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Carlos Tello de Meneses (Estado de México, 1989)
Es guionista, maestro y artista marcial. Fundador del Mamastrofismo. Crea universos fantásticos y diseña batallas y peleas compulsivamente. Estudió el Curso de Guión Cinematográfico en el CCC como parte de la generación “Abuelitas”.
@GurthrogSolrac
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