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Bestias consumistas y dónde encontrarlas

12/2/2016

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Por La reina Roja
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​Queridos súbditos y súbditas, amigos y amigas de la corte, hermosos fanáticos y admiradores de diversas sagas y obras literarias:

Debo confesarles, en secreto de abanico, que soy una ferviente seguidora de los universos de ficción de múltiples autores, pero debo admitir que, ante cualquier otro, el de J.K. Rowling tiene un especial lugar en mi corazón real.
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Por curiosidad (no por entusiasmo), acudí a ver la primera parte de la nueva saga anunciada por Warner y la propia Rowling. Un spin off centrado en Newt Scamander. Sonaba interesante conocer otra parte del llamado “mundo mágico”, y poder ver si se recuperaban hechos y eventos interesantes ya asomados en los libros-películas de Harry Potter.

Queridos, no hablaré de la gente tomándose selfies antes, durante y después de la película, o aplaudiendo y gritando para mostrar su “férreo” fanatismo que podría competir con las “believers”. No. Tampoco hablaré de los comentarios “nostálgicos” de aquellos que fueron a ver la película. En vez de eso, comentaré acerca de la maquinaria productora que, en su afán por explotar a los ¿fanáticos?, entrega un filme hecho a las prisas, y con ganas de complacer a todos… sin importar que se destroce una parte del universo que da coherencia y consistencia a una historia.

Para empezar, Animales fantásticos y dónde encontrarlos es una gran idea, es más, tiene un guion “funcional”, de manual, que trata de equilibrar la comedia, el romance y la crítica política. Pero es justo eso lo que la hace complaciente, y la convierte en una especie de embarrada de cada cosa, sin que nada genere una empatía real más allá del chiste y el suspiro cliché.

Por un lado, el personaje patiño es el personaje conductor, pero tiene un objetivo debilucho para iniciar su aventura en Estados Unidos, lo cual la vuelve poco interesante. Por otro lado, hay un monstruo sacado de la manga para justificar una destrucción (como toda la vida) de Nueva York al mero estilo Godzilla, pero del mundo mágico. Insoportable.

Y venga que los cables lanzados por Rowlling parecen interesantes. Pero, de pronto, le da miedo meterse al meollo del asunto: la crítica política y social con la que cargan sus anteriores creaciones. Éstas se ensombrecen ante una caza de animales al estilo Jumanji, y las reemplaza con un juego demasiado obvio de narrativa. Los giros de tuerca interesantes se aflojan cuando decide irse por otro camino menos impactante, y más aburrido.

A eso podemos agregarle una acompañante del personaje principal demasiado gris (una aurora más gris que un elfo doméstico, cabe señalar), y el rompimiento de leyes creadas por la misma autora como “inquebrantables”, incluyendo el uso de los hechizos. ¿Neta nadie recuerda para qué sirven el “accio” y el “revelio”? (purista, lo sé).
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“La culpa de que se hagan más y más “churros”, remakes insufribles, reboots desastrosos y secuelas elaboradas para vender muñecos, es de aquellos fans que han desactivado la necesidad de sentir la historia, y sólo buscan consumirla como las palomitas que les ruedan por el regazo”


Pero quizá lo que fue más descarado por parte de los productores, y hasta de la señora escritora, fue la forma en que revelan a Grindenwald. Toda esa secuencia es patética porque: a) se supone que para entonces ese mago ya tiene la varita de sauco, b) lo atrapan muy fácil, c) la revelación es patética, y d) el actor elegido es un insulto para las damas de la perpetua varita mágica. ¿Johnny Depp? Ni que estuviéramos en una precuela de Alicia en el país de las maravillas versión Burton.

Sin embargo, el aplauso general de la sala, sólo nos deja saber una cosa… hemos perdido la capacidad de amar y sentir las historias y, al contrario, somos simples consumidores que aceptan todo con tal de que se les recuerde un trozo de su perdida infancia y/o adolescencia.

La culpa de que se hagan más y más “churros”, remakes insufribles, reboots desastrosos y secuelas elaboradas para vender muñecos, es de aquellos fans que han desactivado la necesidad de sentir la historia, y sólo buscan consumirla como las palomitas que les ruedan por el regazo.

El propio fan ha caído en las garras del mercado y ha perdido su capacidad de exigencia.

¡Córtenle la cabeza!

Viene la exposición de Stanley Kubrick a la Cineteca. La pregunta que más se repite en los anuncios del recinto en redes sociales es: “¿Se pueden sacar fotos?”. No diré más. #EfectoKusama
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