Por Carlos Tello de Meneses Deténgase si no ha visto esta película antes. Un forastero sin nombre, que resulta ser un gran guerrero, se ve envuelto en una disputa entre dos bandos rivales, que a pesar de que trata de seguir su camino sin intervenir, algo que ama lo detiene y lo obliga a inmiscuirse y arriesgar su vida. Yojimbo, For a Fistful of Dollars, Rango, The Road Warrior, Last Man Standing son sólo algunos ejemplos de este personaje, el guerrero sin nombre ni hogar que deambula entre pueblos. La espada del forastero del director Masahiro Ando y el guionista Fumihito Takayama toma a este personaje para contar una historia simple, pero potente, de redención y amistad. Un Jidaigeki animado que cómo muchos de los clásicos del género de maestros como Kurosawa, Kobayashi, Inagaki y Gosha hace varias preguntas sobre la naturaleza y contradicciones del guerrero en su sociedad. En el caso de La espada del forastero las pregunta central es: ¿Qué significa la lealtad? y ¿a cambio de qué? Desde que vemos por primera vez a Nanashi (sin nombre en japonés) se nos presenta como el clásico ronin cansado de la guerra, con una espada amarrada a su funda y un desinterés por todo lo que no sea comer, dormir y caminar de pueblo en pueblo. Sin embargo, la espada envainada del protagonista no es un rechazo a la violencia o a su disposición de matar. Su espada está envainada porque ha perdido la fe en el servicio. Ya no sabe si hay algo por lo que valga la pena pelear y morir. A través de los bandos antagonistas se nos muestra lo inútil y vacío que puede ser el servicio a nombre de la política y del poder. Las vidas de los hombres y mujeres que pelearon en ambos bandos fueron desperdiciadas. Incluso el gran guerrero rubio, cuya único motor interno era encontrar un rival digno, descubre en sus últimos momentos lo inconsecuente que puede ser el servir a la espada misma. Nanashi descubre que el único servicio digno y real es aquél que ofrecemos a los que amamos. Por eso la relación entre Nanashi y el huérfano Kotaro es el centro emocional, temático y dramático de la película. A través de su relación Nanashi logra sublimar la culpa que lo ha estado atormentando por años. Para él el servicio fiel en nombre del shogún ha sido sólo fuente de dolor y culpa. No es coincidencia que el momento más emocionante y poderoso de la película es cuando Nanashi finalmente desenvaina su espada, esta vez para proteger algo que cualquiera puede comprender: aquello que amamos. “El único servicio digno y real, el único por el que vale la pena pelear y morir, es aquél que ofrecemos a los que amamos”
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January 2018
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